La enfermedad de
Alzheimer es una enfermedad degenerativa que afecta a
las neuronas de nuestro cerebro y se manifiesta con distintos
síntomas. Algunos son cognitivos y otros de tipo conductual, pero todos tienen
una afectación directa sobre las actividades de la vida cotidiana. Constituye
la forma más frecuente de demencia neurodegenerativa en las personas mayores.
Dentro de las funciones
cognitivas podemos hablar de la capacidad de aprendizaje y memorización,
la atención, concentración, planificación y resolución de problemas, ejecución
de acciones, cálculo, lenguaje, abstracción, la percepción y el reconocimiento
de estímulos auditivos, táctiles y visuales. Además de las funciones
cognitivas, nuestro cerebro tiene la capacidad de regular otras funciones del
organismo como las funciones vitales (la respiración, el sueño,
hambre, sed…), la movilidad de nuestro cuerpo o la facultad de sentir los
cambios de temperatura o un estímulo concreto sobre cualquiera de nuestros
sentidos. Todas estas funciones cerebrales, en la enfermedad de Alzheimer,
están preservadas durante mucho más tiempo que las funciones cognitivas.
Las funciones cognitivas dependen
de un adecuado funcionamiento de las extensas redes neuronales de nuestro
cerebro. Estas funciones son esenciales para que cualquier persona
desarrolle su vida de manera plena y con total autonomía. De ellas depende
nuestro intelecto y nuestras habilidades personales, sociales y laborales. Para
que se produzca una buena comunicación entre las neuronas y las funciones
cognitivas se desarrollen sin problemas, es indispensable la presencia de unas
sustancias químicas que actúan como mensajeros interneuronales:
los neurotransmisores. De entre todos ellos, la acetilcolina es
indispensable para el correcto funcionamiento de la memoria.
En la enfermedad de
Alzheimer se produce la acumulación de placas de proteína beta-amiloide y
de ovillos neurofibrilares de proteína Tau, que lesionan las principales
células del sistema nervioso, las neuronas. Las primeras lesiones, típicamente,
se inician en una región del cerebro denominada hipocampo, cuyo correcto
funcionamiento es crucial para la formación de nuevas memorias y el
aprendizaje. Desde ahí las lesiones se extienden progresivamente a otras áreas
del cerebro. Como consecuencia ocasionan un mal funcionamiento de las redes
neuronales en determinadas zonas del cerebro y, en última instancia, la muerte
(o degeneración) de las neuronas y otras células del sistema nervioso.
Las probabilidades de desarrollar
una enfermedad neurodegenerativa, como la enfermedad de Alzheimer, aumentan de
forma exponencial con la edad. Este hecho es bien conocido, ya que diversos
estudios han relacionado la enfermedad de Alzheimer con la edad.
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