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Buenos días, señora Carmen.
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Buenos días.
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¿Qué hace ahí parada? Se va a
quedar usted congelada.
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Estoy esperando a mi hijo. Se
fue a comprar hace un rato, pero parece que se
retrasa –añadió la anciana, consultando su reloj.
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No se preocupe, seguro que no
tardará. ¿Le importa que le haga compañía?
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Gracias, hijo, no te
molestes. Seguro que tienes cosas mejores que hacer que acompañar a una vieja
como yo. Alguna moza afortunada te estará esperando…
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No es ninguna molestia, se lo
aseguro. Nos sentaremos en este banco y esperaremos…
Y
Miguel, como cada mañana, se sentaba junto a su anciana madre, esperando a un
hijo que jamás estuvo tan cerca…
Antonio
Mas
Gracias Antonio por compartir con nosotros este precioso micro-relato, me ha sido imposible reprimir una lagrimita.